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Entonces el mayordomo se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer si mi amo me quita la mayordomía? ¿Cavar la tierra? ¡No soy capaz! ¿Pedir limosna? ¡Qué vergüenza! ¡Ya sé lo que haré! Así, cuando se me quite la mayordomía, seré bien recibido en cualquier casa.” Llamó entonces a cada uno de los deudores de su amo, y al primero le dijo: “¿Cuánto le debes a mi amo?”

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